Búscame entre las sábanas porque me hundo como si fuese un
barco de papel húmedo, sujétame. Diría que poco estoy atada a este amor si no
fuese porque aún recuerdo la marca de tus manos en mis muñecas, porque todavía
pienso en ti y miento si digo que olvido tus mordiscos… A veces no sé si hablo
de ti, de él o simplemente de mí, pero la boca se me reseca si no escribo
palabras de amor fugaz hacia tus sueños. Relampagueo sí no te veo y reviento sí
no te tengo. Porque querer es poder, pero, ¿y cuándo hablamos de amar?... No
sé. Alguien debió de bajarme de los tacones y darme un par de vueltas de más
porque estoy que no me encuentro y eso parece que no me sienta del todo bien.
Además no hace mucho que descubrí que mis aficiones de morder y arañar no
estaban de menos, que ronronear se me da de lujo y que colarme entre tus
piernas es casi un vicio irremplazable. Sé que aún me ves, aferrándome a tus
tobillos, intentando por todos los medios quedarme contigo y no dar rienda
suelta a mi soledad, sé que no quieres que me vaya y que también te da miedo
que vuelva, sé que no sé qué pensar, ni siquiera que querer, pero aún, y digo
aún con alegría, que estas siete vidas parecen cortas si las pongo de lado de
mis ganas de volver a absorberte la vida.
martes, 18 de junio de 2013
lunes, 11 de marzo de 2013
Mariposas bajo cero
Nubes de algodón de azúcar. Animales de terciopelo y fuentes de caramelo y chocolate.
Todo parece dulce, feliz, vivaz -¿Lo ves?- hasta los príncipes y princesas soñados.
Niñas de enormes lazos rosas sujetándolas el pelo recorren el palacio de mano de sus pequeños príncipes. Una realidad un poco alejada cuando transformas a esas princesas, esos cisnes que tienen un porvenir del color de rosa, en esas grandes mujeres de la alta esfera de Manhattan, donde antes de ponerse una gran sonrisa, no les falta su bolso de Gucci.
Donde la inseguridad desaparece subiéndose a unos tacones y tatuándose una estrella encima del culo. La inocencia parece que queda metida en el bolso y esas princesas ya son mujeres solo con pintarse los labios de rojo -Pasión-. Pasan del algodón de azúcar a cigarros baratos y de príncipes azules a amores fugaces solucionados en el capó de un bonito Cadillac.
Al final, ese palacio de ensueño, esos vestidos rosas conjuntados con enormes lazos rosas, las golosinas... tú príncipe; solo acaban siendo fantasías con tu vestido rojo de PRADA en ese delicioso yacuzzi.
Todo parece dulce, feliz, vivaz -¿Lo ves?- hasta los príncipes y princesas soñados.
Niñas de enormes lazos rosas sujetándolas el pelo recorren el palacio de mano de sus pequeños príncipes. Una realidad un poco alejada cuando transformas a esas princesas, esos cisnes que tienen un porvenir del color de rosa, en esas grandes mujeres de la alta esfera de Manhattan, donde antes de ponerse una gran sonrisa, no les falta su bolso de Gucci.
Donde la inseguridad desaparece subiéndose a unos tacones y tatuándose una estrella encima del culo. La inocencia parece que queda metida en el bolso y esas princesas ya son mujeres solo con pintarse los labios de rojo -Pasión-. Pasan del algodón de azúcar a cigarros baratos y de príncipes azules a amores fugaces solucionados en el capó de un bonito Cadillac.
Al final, ese palacio de ensueño, esos vestidos rosas conjuntados con enormes lazos rosas, las golosinas... tú príncipe; solo acaban siendo fantasías con tu vestido rojo de PRADA en ese delicioso yacuzzi.
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